Guía para no
complicarse el día a día y dejar de amargarse a propósito. En vez de detectar
las pegas, aplique estos antídotos.
1. La
bola de cristal: dejarnos engañar por las expectativas: Laura es una
persona sociable y le encanta estar en grupo. Cree que todos perciben la
realidad de la misma manera que ella. ¿A todo el mundo le gusta estar con los
demás? Hoy está indignada, el sábado no consiguió quedar con nadie porque todos
tenían sus planes. «¿Por qué no me incluyen?». ¡No es justo! es la expresión
final de una persona que ha caído en la trampa de las expectativas: los demás
se tienen que comportar como ella espera porque es la única forma justa. El
resultado es el enfado y la decepción constantes.
Antídoto: Las
personas tenemos historias y experiencias diferentes por eso cambia lo que es
justo para cada uno de nosotros. Admite que lo que es válido para ti no tiene
por qué serlo para otros. Juega a «un día en la vida de otra persona». Ponte en
los zapatos de otro e imagina la realidad a través de su mirada.
2. Rendirnos
antes de tiempo: Iván sólo tiene dos años y su juego de construcciones
pone a prueba su seguridad en sí mismo. A la menor dificultad afirma «no puedo»
y espera a que su madre le ayude. Esa presunta incapacidad acaba por
convertirse en realidad cuando ella afirma: «No se le dan bien estas cosas».
Abandonar a la primera dificultad es cómodo pero se paga un alto precio en
autoestima y desconfianza en nuestras capacidades. Hoy en día le pasa a muchos
jóvenes sobreprotegidos. Hay que intentarlo con ganas, ponerse a prueba y equivocarse.
Antídoto: Haz
una lista de veinte posibles soluciones para obtener lo que quieres y prueba al
menos cinco. Si no obtienes lo que quieres, sólo entonces pide apoyo para
alcanzar tu objetivo. El aprendizaje de nuevas habilidades será tu recompensa. «La
resignación es un suicidio cotidiano» (Honoré de Balzac).
3. Intentar
buscar explicación a todo lo que sucede: El filósofo Hegel decía que
si la teoría no concuerda con los hechos, peor para los hechos. Para los que
caen en esta trampa tienen que conseguir que la realidad tenga una explicación
lógica. Piensan en los problemas en lugar de resolver problemas. Confunden
pensar con hacer e incluso pueden acabar por tener parálisis en vez de darle al
análisis. El conocimiento no siempre nos garantiza la felicidad. Si te ha
dejado tu pareja de nada sirve saber que el motivo es que está con alguien que
tiene 20 años menos que tú y prepara mejor la pizza.
Antídoto:
Deja de pensarlo todo tanto y vuelve a ser un poco niño/a -esos locos bajitos-.
Date permiso para hacer una cosa sin sentido durante esta semana, quizás algo
que te gustaba hacer de niño: pisa charcos, lanza aviones de papel desde el
balcón con tus hijos o dale la murga al público en un karaoke.
4. Dar
por verdadero y universal lo que sólo son tus sentimientos: Hay
personas que caen en sus trampas proféticas. Si algo lo dicen sus tripas,
entonces se convierte en una realidad indiscutible. Tener una intuición puede
ser una fuente de conocimiento extra para tomar decisiones pero también puede
dirigirnos hacia la profecía autocumplida, es decir, buscamos en la realidad
sólo aquello que confirma nuestra intuición. El amor es uno de los mayores
autoengaños en este sentido. Cuando el amor termina, nos preguntamos: ¿cómo es
que no me di cuenta antes?
Antídoto: Lo
importante es que la intuición se corrobore con hechos. Juega a ser un
detectivesco Sherlock Holmes: ¿cuáles son los hechos? Diferencia tu hipótesis
de lo que de verdad está pasando. «Me ha mandado sólo tres whatsapps» es un
hecho. ¡Se está hartando! es la hipótesis de Juan, que no parece ayudar a
llevar a buen puerto su relación.
5. Seguir
rituales creyendo que influirán en nuestro destino: Todos necesitamos
vivir con la ilusión de que las cosas serán diferentes. Si soy bueno, todo
saldrá bien, piensan los niños. El problema es alimentar la ilusión separándose
del principio de realidad o creer que podemos influir en el destino con
rituales mágicos más allá de la lencería roja de Nochevieja. Esto nos lleva a
grandes desilusiones. Otro pensamiento mágico es la necesidad de control, el
tener todo previsto y verificado como forma de evitar y calmar la angustia. El
intento de control lleva a la pérdida de autocontrol.
Antídoto: Mantén a raya la
tendencia a ensoñar. Una expectativa elevada hace que el camino sea hermoso
pero el destino decepcionante. Ponte un objetivo y cada día da un pequeño paso
hacia esa meta. Sólo valora aquello que efectivamente hayas conseguido. La
realidad es tu amiga.
6. Aplazar,
procrastinar: «Ojalá pudiera disponer de un equipo de enanitos que ejecutaran
todo lo que yo pienso», dice Manuel. Sus intenciones no se corresponden con sus
acciones. Tiene una tendencia irracional a retrasar su trabajo. Deja para
mañana lo que puede, prefiere acabar luego lo que ha empezado hoy. Es una
persona bloqueada para la acción que aplaza sus buenos planes hasta el futuro
con la esperanza de encontrar el mejor momento. La pérdida de tiempo
innecesaria es un problema que genera caos, sufrimiento y baja productividad.
Antídoto: Regla
de los dos minutos: si tienes dos minutos, levántate y hazlo, repitiendo
mentalmente: «Ahora es el mejor momento para llevar a cabo lo que quiero». Haz
una jerarquía de tareas: comienza por las que más te gustan. Aprende a manejar
el tiempo: programa objetivos a corto plazo y si es necesario fragmenta las
tareas largas.
7. Evitar
aquello que tememos: Cada vez que Nani quiere salir de casa a comprar
materiales para sus juguetes artesanos le surge una gran sensación de
inseguridad. El trabajo le encanta pero no se siente muy segura aún. Decide quedarse
en casa cocinando hasta que se le pase el miedo. Hace meses que ha dejado de
salir y ha engordado 10 kg. Mirar para otro lado es el factor básico de la
conducta fóbica. Evitar todo lo que tememos al principio nos hace sentir
seguros pero luego aumenta nuestra sensación de inseguridad. Lo que al
principio ayuda, al final daña.
Antídoto:
Estar dispuestos a afrontar la realidad para después decidir si seguir adelante
o no. Pon en práctica la máxima de los valientes, haz cada día al menos una
cosa que temas. Evita evitar. Arriesga con prudencia y descubrirás que tienes
más recursos de los que imaginas y más confianza en ti mismo.
8. Tener
pareja o amigos que nos humillan o desprecian: Lola ha conseguido un
buen grado de autoestima. Se cuida, trabaja en lo que le gusta, tiene amigas
fieles y divertidas, cuida de su hija y de sí misma a la perfección. Todo se
complica cuando se mete en una relación. En lugar de buscar parejas, encuentra
personas necesitadas que acaban por exigirle ayuda constantemente. Pierde su
autoestima en cuanto se relaciona y pronuncia su frase fatídica: «¡Pobrecillo!».
Muchas investigaciones avalan que las relaciones pueden influir en la
prevención o empeoramiento de enfermedades digestivas, cardiovasculares, piel,
migrañas, adicciones, etc. Tenlo en cuenta.
Antídoto:
Imagina un círculo en el que incluyes a tu pareja, tus amigos, familiares,
hijos, compañeros e incluso personas con las que tienes dificultades. Será tu
círculo de afecto, donde visualizas que tienes relaciones armoniosas con todo
aquel que entra en el círculo. No olvides incluirte a ti mismo.
9. 'Parlanchineo':
Contar todo y a todos porque así padecemos menos: Carmen le cuenta a
todo el mundo -le pregunte o no- sus problemas con sus compañeras. No deja
espacio para su intimidad ni para la de su familia y amigos. Lo cuenta todo. El
poder de la palabra está sobrevalorado. Abrirse y hablar siempre viene bien, se
dice. Todos hemos sufrido a alguna de esas personas que no paran de contarte su
vida, hasta agotar nuesta paciencia. Hablan para escucharse y lograr
convencerse a sí mismos. ¿Con quién me voy a desahogar? En particular hablar de
obsesiones y miedos con todo el mundo no ayuda porque nos sirve para validarlas
y alimentarlas. Es como añadir leña al fuego.
Antídoto: El
arte de callar y escuchar. Aprender a distinguir lo que hay que contar y lo que
es bueno callar. No conviertas las orejas de los demás en tu cubo de basura:
nunca sobrepases los 20 minutos de desahogo. Saber soportar el peso de nuestros
problemas sin descargarlo sobre el que tenemos al lado es síntoma de madurez.
10. Dar
más importancia a la felicidad de los otros que a la nuestra: Ser una
persona amable no parece un problema. ¿Por qué ha de ser negativo querer que
los demás sean felices? Las personas complacientes suelen ocuparse de los demás
a expensas de sus necesidades porque temen las reacciones negativas. Al evitar
las situaciones difíciles no aprenden a resolver conflictos y se convierten en
víctimas de personas tóxicas que intimidan o manipulan. Complacer a los demás
es sólo una forma de tener miedo. Una conducta de evitación que merma la
autoestima porque esconde una personalidad dependiente que busca la aprobación
de los demás y deja de oír la voz interior que quiere cuidar de uno mismo.
Antídoto:
Ante una petición de otro, toma tiempo para pensar si te conviene. Prueba a
hacer propuestas diferentes. Aprende a decir «lo que yo quiero» frente a «lo
que tengo que hacer». Recuerda que en algunos momentos está muy bien no ser tan
amable.
11. Compararnos
con los demás para demostrarnos que somos menos: Luis se compara con
lo que él mismo hacía antes, con otras personas a su alrededor, con lo exnovios
de sus parejas y ¡siempre sale perdiendo! Es un chico agraciado e inteligente
pero en su mente tiene instalada la comparación automática que le produce
sentimientos absurdos de culpa y preocupación. No te compares si va a servir
para rechazarte y juzgarte. No mires al pasado para sentir vergüenza. La
comparación no ayuda a avanzar por mucho que hayamos crecido con ella desde
niños.
Antídoto:
Eres único y diferente. Vive en el ahora. Repite todas las veces que puedas que
te aceptas como eres hoy mientras haces cambios en tu vida. Mírate al espejo y
dedícate una sonrisa afectuosa y afirma que tu prioridad es cuidar de ti. Busca
cada día tres cosas positivas que te hayan hecho sentir bien contigo mismo.
12. Ayudar
a toda costa: «Si un individuo es capaz de amar productivamente
también se ama a sí mismo; si sólo sabe amar a los demás no sabe amar en
absoluto» (E. Fromm). El amor supone la capacidad de amar y ser amado. Mari
cuando se siente peor llama a alguien que necesite ayuda, de esta manera se
olvida un buen rato de sus problemas. Una relación sana es flexible, unas
veces, tú ofreces apoyo y otras descubrirás al otro cuidando de ti. Resolver
todos los problemas de nuestros allegados no sirve de ayuda porque significa
impedirles que desarrollen la confianza en sus propios recursos personales.
Antídoto:
Deja de apadrinar. Cuando estés pensando en ayudar a otra persona que no te lo
ha pedido plantéate ¿qué es lo que podría hacer para mí mismo en este preciso
momento? Disfruta más, busca durante un tiempo compartir experiencias lúdicas y
no sólo estar disponible cuando hay problemas en tu entorno.
ISABEL SERRANO ROSA