martes, 15 de marzo de 2016

TRAMPAS PSICOLÓGICAS QUE TE ARRUINAN LA VIDA



Guía para no complicarse el día a día y dejar de amargarse a propósito. En vez de detectar las pegas, aplique estos antídotos.
1.     La bola de cristal: dejarnos engañar por las expectativas: Laura es una persona sociable y le encanta estar en grupo. Cree que todos perciben la realidad de la misma manera que ella. ¿A todo el mundo le gusta estar con los demás? Hoy está indignada, el sábado no consiguió quedar con nadie porque todos tenían sus planes. «¿Por qué no me incluyen?». ¡No es justo! es la expresión final de una persona que ha caído en la trampa de las expectativas: los demás se tienen que comportar como ella espera porque es la única forma justa. El resultado es el enfado y la decepción constantes.
Antídoto: Las personas tenemos historias y experiencias diferentes por eso cambia lo que es justo para cada uno de nosotros. Admite que lo que es válido para ti no tiene por qué serlo para otros. Juega a «un día en la vida de otra persona». Ponte en los zapatos de otro e imagina la realidad a través de su mirada.
2.     Rendirnos antes de tiempo: Iván sólo tiene dos años y su juego de construcciones pone a prueba su seguridad en sí mismo. A la menor dificultad afirma «no puedo» y espera a que su madre le ayude. Esa presunta incapacidad acaba por convertirse en realidad cuando ella afirma: «No se le dan bien estas cosas». Abandonar a la primera dificultad es cómodo pero se paga un alto precio en autoestima y desconfianza en nuestras capacidades. Hoy en día le pasa a muchos jóvenes sobreprotegidos. Hay que intentarlo con ganas, ponerse a prueba y equivocarse.
Antídoto: Haz una lista de veinte posibles soluciones para obtener lo que quieres y prueba al menos cinco. Si no obtienes lo que quieres, sólo entonces pide apoyo para alcanzar tu objetivo. El aprendizaje de nuevas habilidades será tu recompensa. «La resignación es un suicidio cotidiano» (Honoré de Balzac).
3.     Intentar buscar explicación a todo lo que sucede: El filósofo Hegel decía que si la teoría no concuerda con los hechos, peor para los hechos. Para los que caen en esta trampa tienen que conseguir que la realidad tenga una explicación lógica. Piensan en los problemas en lugar de resolver problemas. Confunden pensar con hacer e incluso pueden acabar por tener parálisis en vez de darle al análisis. El conocimiento no siempre nos garantiza la felicidad. Si te ha dejado tu pareja de nada sirve saber que el motivo es que está con alguien que tiene 20 años menos que tú y prepara mejor la pizza.
Antídoto: Deja de pensarlo todo tanto y vuelve a ser un poco niño/a -esos locos bajitos-. Date permiso para hacer una cosa sin sentido durante esta semana, quizás algo que te gustaba hacer de niño: pisa charcos, lanza aviones de papel desde el balcón con tus hijos o dale la murga al público en un karaoke.
4.     Dar por verdadero y universal lo que sólo son tus sentimientos: Hay personas que caen en sus trampas proféticas. Si algo lo dicen sus tripas, entonces se convierte en una realidad indiscutible. Tener una intuición puede ser una fuente de conocimiento extra para tomar decisiones pero también puede dirigirnos hacia la profecía autocumplida, es decir, buscamos en la realidad sólo aquello que confirma nuestra intuición. El amor es uno de los mayores autoengaños en este sentido. Cuando el amor termina, nos preguntamos: ¿cómo es que no me di cuenta antes?
Antídoto: Lo importante es que la intuición se corrobore con hechos. Juega a ser un detectivesco Sherlock Holmes: ¿cuáles son los hechos? Diferencia tu hipótesis de lo que de verdad está pasando. «Me ha mandado sólo tres whatsapps» es un hecho. ¡Se está hartando! es la hipótesis de Juan, que no parece ayudar a llevar a buen puerto su relación.
5.     Seguir rituales creyendo que influirán en nuestro destino: Todos necesitamos vivir con la ilusión de que las cosas serán diferentes. Si soy bueno, todo saldrá bien, piensan los niños. El problema es alimentar la ilusión separándose del principio de realidad o creer que podemos influir en el destino con rituales mágicos más allá de la lencería roja de Nochevieja. Esto nos lleva a grandes desilusiones. Otro pensamiento mágico es la necesidad de control, el tener todo previsto y verificado como forma de evitar y calmar la angustia. El intento de control lleva a la pérdida de autocontrol.
 Antídoto: Mantén a raya la tendencia a ensoñar. Una expectativa elevada hace que el camino sea hermoso pero el destino decepcionante. Ponte un objetivo y cada día da un pequeño paso hacia esa meta. Sólo valora aquello que efectivamente hayas conseguido. La realidad es tu amiga.
6.     Aplazar, procrastinar: «Ojalá pudiera disponer de un equipo de enanitos que ejecutaran todo lo que yo pienso», dice Manuel. Sus intenciones no se corresponden con sus acciones. Tiene una tendencia irracional a retrasar su trabajo. Deja para mañana lo que puede, prefiere acabar luego lo que ha empezado hoy. Es una persona bloqueada para la acción que aplaza sus buenos planes hasta el futuro con la esperanza de encontrar el mejor momento. La pérdida de tiempo innecesaria es un problema que genera caos, sufrimiento y baja productividad.
Antídoto: Regla de los dos minutos: si tienes dos minutos, levántate y hazlo, repitiendo mentalmente: «Ahora es el mejor momento para llevar a cabo lo que quiero». Haz una jerarquía de tareas: comienza por las que más te gustan. Aprende a manejar el tiempo: programa objetivos a corto plazo y si es necesario fragmenta las tareas largas.
7.     Evitar aquello que tememos: Cada vez que Nani quiere salir de casa a comprar materiales para sus juguetes artesanos le surge una gran sensación de inseguridad. El trabajo le encanta pero no se siente muy segura aún. Decide quedarse en casa cocinando hasta que se le pase el miedo. Hace meses que ha dejado de salir y ha engordado 10 kg. Mirar para otro lado es el factor básico de la conducta fóbica. Evitar todo lo que tememos al principio nos hace sentir seguros pero luego aumenta nuestra sensación de inseguridad. Lo que al principio ayuda, al final daña.
Antídoto: Estar dispuestos a afrontar la realidad para después decidir si seguir adelante o no. Pon en práctica la máxima de los valientes, haz cada día al menos una cosa que temas. Evita evitar. Arriesga con prudencia y descubrirás que tienes más recursos de los que imaginas y más confianza en ti mismo.
8.     Tener pareja o amigos que nos humillan o desprecian: Lola ha conseguido un buen grado de autoestima. Se cuida, trabaja en lo que le gusta, tiene amigas fieles y divertidas, cuida de su hija y de sí misma a la perfección. Todo se complica cuando se mete en una relación. En lugar de buscar parejas, encuentra personas necesitadas que acaban por exigirle ayuda constantemente. Pierde su autoestima en cuanto se relaciona y pronuncia su frase fatídica: «¡Pobrecillo!». Muchas investigaciones avalan que las relaciones pueden influir en la prevención o empeoramiento de enfermedades digestivas, cardiovasculares, piel, migrañas, adicciones, etc. Tenlo en cuenta.
Antídoto: Imagina un círculo en el que incluyes a tu pareja, tus amigos, familiares, hijos, compañeros e incluso personas con las que tienes dificultades. Será tu círculo de afecto, donde visualizas que tienes relaciones armoniosas con todo aquel que entra en el círculo. No olvides incluirte a ti mismo.
9.     'Parlanchineo': Contar todo y a todos porque así padecemos menos: Carmen le cuenta a todo el mundo -le pregunte o no- sus problemas con sus compañeras. No deja espacio para su intimidad ni para la de su familia y amigos. Lo cuenta todo. El poder de la palabra está sobrevalorado. Abrirse y hablar siempre viene bien, se dice. Todos hemos sufrido a alguna de esas personas que no paran de contarte su vida, hasta agotar nuesta paciencia. Hablan para escucharse y lograr convencerse a sí mismos. ¿Con quién me voy a desahogar? En particular hablar de obsesiones y miedos con todo el mundo no ayuda porque nos sirve para validarlas y alimentarlas. Es como añadir leña al fuego.
Antídoto: El arte de callar y escuchar. Aprender a distinguir lo que hay que contar y lo que es bueno callar. No conviertas las orejas de los demás en tu cubo de basura: nunca sobrepases los 20 minutos de desahogo. Saber soportar el peso de nuestros problemas sin descargarlo sobre el que tenemos al lado es síntoma de madurez.
10.  Dar más importancia a la felicidad de los otros que a la nuestra: Ser una persona amable no parece un problema. ¿Por qué ha de ser negativo querer que los demás sean felices? Las personas complacientes suelen ocuparse de los demás a expensas de sus necesidades porque temen las reacciones negativas. Al evitar las situaciones difíciles no aprenden a resolver conflictos y se convierten en víctimas de personas tóxicas que intimidan o manipulan. Complacer a los demás es sólo una forma de tener miedo. Una conducta de evitación que merma la autoestima porque esconde una personalidad dependiente que busca la aprobación de los demás y deja de oír la voz interior que quiere cuidar de uno mismo.
Antídoto: Ante una petición de otro, toma tiempo para pensar si te conviene. Prueba a hacer propuestas diferentes. Aprende a decir «lo que yo quiero» frente a «lo que tengo que hacer». Recuerda que en algunos momentos está muy bien no ser tan amable.
11.  Compararnos con los demás para demostrarnos que somos menos: Luis se compara con lo que él mismo hacía antes, con otras personas a su alrededor, con lo exnovios de sus parejas y ¡siempre sale perdiendo! Es un chico agraciado e inteligente pero en su mente tiene instalada la comparación automática que le produce sentimientos absurdos de culpa y preocupación. No te compares si va a servir para rechazarte y juzgarte. No mires al pasado para sentir vergüenza. La comparación no ayuda a avanzar por mucho que hayamos crecido con ella desde niños.
Antídoto: Eres único y diferente. Vive en el ahora. Repite todas las veces que puedas que te aceptas como eres hoy mientras haces cambios en tu vida. Mírate al espejo y dedícate una sonrisa afectuosa y afirma que tu prioridad es cuidar de ti. Busca cada día tres cosas positivas que te hayan hecho sentir bien contigo mismo.
12.  Ayudar a toda costa: «Si un individuo es capaz de amar productivamente también se ama a sí mismo; si sólo sabe amar a los demás no sabe amar en absoluto» (E. Fromm). El amor supone la capacidad de amar y ser amado. Mari cuando se siente peor llama a alguien que necesite ayuda, de esta manera se olvida un buen rato de sus problemas. Una relación sana es flexible, unas veces, tú ofreces apoyo y otras descubrirás al otro cuidando de ti. Resolver todos los problemas de nuestros allegados no sirve de ayuda porque significa impedirles que desarrollen la confianza en sus propios recursos personales.
Antídoto: Deja de apadrinar. Cuando estés pensando en ayudar a otra persona que no te lo ha pedido plantéate ¿qué es lo que podría hacer para mí mismo en este preciso momento? Disfruta más, busca durante un tiempo compartir experiencias lúdicas y no sólo estar disponible cuando hay problemas en tu entorno.
ISABEL SERRANO ROSA

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