Voy a ser breve y claro. La droga me ha matado. Entré en contacto con mi asesino a los quince años. Es horrible, ¿verdad papá? ¿Sabes cómo
comencé con esto? Fue a través de un señor, elegantemente vestido, que me presentó a mi futuro asesino, la droga. Yo intenté luchar, al principio
me resistí bastante, pero el individuo me venció diciéndome que, si no la tomaba, no era hombre. Así ingresé en el mundo de la droga. Al principio
fueron mareos, después fantásticos sueños, a continuación, oscuridad. No conseguía hacer nada sin la droga. Después vino la falta de aire, el
miedo, las alucinaciones, el hundimiento y la euforia. Me sentía más importante que los otros. Y la droga ,mi inseparable "amiga", sonreía.
Tienes que saber, papá, que, cuando uno comienza con la droga, considera ridículo y sin sentido todo lo que te dicen contra ella y también a
Dios. Hoy, en el hospital, a las puertas de la muerte, yo considero que Dios es lo más importante de la vida. No podrás creerlo, pero la vida de un
drogadicto es terrible. La gente se siente rota por dentro. Es tan terrible que todos los jóvenes tendrían que saber esto para no caer en ella.
Yo ya no puedo dar tres pasos sin terminar agotado. Los médicos me dicen que curaré; pero, cuando salen de mi habitación, menean la cabeza
dando a entender lo contrario. Tengo 19 años y sé que me quedan pocos días de vida. Ya es muy tarde para mí, pero quiero hacerte una petición:
que digas a todos los jóvenes que, en la puerta de cada escuela, de la universidad o de cualquier otro lugar, hay siempre alguien elegantemente
vestido, que habla muy bien, pero que les irá presentado a su futuro asesino, al destructor de sus vidas que les llevará a la locura y a la muerte
como a mí.
Termino pidiéndote perdón por los grandes disgustos que te he dado y te sigo dando".
N.N.
Esta carta fue escrita por un estudiante drogadicto, pocas horas antes de morir.
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