1.- Preocupaciones presentes
Si nuestra preocupación es por algo presente, es útil el analizar cuidadosamente el problema, luego buscar lo que se puede hacer para solucionarlo, y finalmente decidirse por alguno de los medios que aparecen.2.- No hacer grande lo pequeño
No agitarse por naderías. Válgase de aquel dicho popular: “Más se perdió en el diluvio”. Puede que le esté dando a ese problema mayor tiempo del que realmente requiere. Puede ue usted esté alimentando una ardilla con comida para elefante. Deténgase. Mire el problema de raíz. Evalúe el problema y tome nota de cómo resolverlo.3.- Alegrarnos de lo que tenemos
No prestar atención fija en lo que no tenemos y que quizá ni falta nos hace. Muchas de nuestras exigencias no nos hacen felices, solo crean servidumbres y preocupaciones.4.- No hagamos caso de críticas, calumnias o burlas.
Hagamos el bien y dejemos que critiquen, pues las críticas siempre existirán. Es frecuentemente que se critique a personas que valen y precisamente porque algo se están destacando. También a Cristo lo criticaron y aun lo traicionó un amigo. Que las críticas nos ayuden a perfeccionarnos, tómelas para bien5.- Poner todo en las manos de Dios
El encomendarse a Dios y confiar en su poder y en su amor a nosotros, disipa muchas preocupaciones. La oración confiada es de lo mejores medio para tranquilizar en los problemas y para resolverlos mejor. Cristo sufría en el huerto de los olivos y le dio fortaleza.Un consejo extra
Aunque el ejercicio en realidad no puede llegar a resolver los problemas que están causando que se sienta usted ansioso, participar en alguna actividad deportiva y tomar un descanso de esas preocupaciones puede relajar su mente y su cuerpo y hacer que piense luego de una forma más claraTe invitamos a que en tus momentos de preocupación te dirijas a Dios orando con el salmo 33:
“Bendeciré en todo tiempo a Dios, sin cesar en mi boca su alabanza; Ensalzad conmigo a Dios, exaltemos juntos su nombre.
Consulté
a Dios y me respondió: me libró de todos mis temores. Si grita el
pobre, Dios lo escucha, y lo salva de todas sus angustias.
El
ángel de Dios pone su tienda en torno a sus adeptos y los libra. Gustad
y ved lo bueno que es Dios, dichoso el hombre que se acoge a él.
Respetad
a Dios, santos suyos, que a quienes le temen nada les falta. Los ricos
empobrecen y pasan hambre, los que buscan a Dios de ningún bien carecen.
Huye del mal y obra el bien, busca la paz y anda tras ella.
Los ojos de Dios sobre los justos, sus oídos escuchan sus gritos. Cuando gritan, Dios los oye y los libra de sus angustias;
Dios
está cerca de los desanimados, él salva a los espíritus hundidos.
Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le libra Dios”.
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