En esta nota, usted descubrirá cuatro secretos de la felicidad
budista para la vida cotidiana. Bajo una mirada rápida y superficial,
estos principios pueden parecer lejanos de la realidad. Pero, si usted
realmente ansía una vida mejor, sepa que está en sus manos el poder
alcanzarla… es sólo cuestión de práctica cotidiana, ¿se atreve?
Esfuércese en los dos caminos de la práctica y el estudio, pues el
budismo no existe sin práctica y estudio. Sin embargo, no solo debe
perseverar en su práctica personal, sino también enseñar a los demás,
Tanto la práctica como el estudio derivan de la fe. Enséñeles a otros
con toda su capacidad, aunque solo sea una oración o frase”. (Los escritos de Nichiren Daishonin, pág. 408 y The Writings of Nichiren Daishonin, pág. 386.)
1ª LEY: TRANSFORMAR LO NEGATIVO EN POSITIVO
Desde la perspectiva del budismo, en toda situación negativa, existe
un potencial positivo inherente. Por eso, cualquier acontecimiento
desfavorable se puede modificar y convertir en una fuente de valores
positivos y beneficiosos.
La clave está en la manera en que respondemos a los sufrimientos
inevitables que se producen en la vida. Las experiencias negativas y
penosas a menudo son necesarias para motivarnos. Una escritura budista
describe la enfermedad como un estímulo que despierta el deseo de buscar
la verdad. Del mismo modo, muchas personas han asumido un compromiso de
por vida con la paz y con la justicia, a raíz de haber experimentado
personalmente los sufrimientos de la guerra y las injusticias presentes
en el mundo.
En sentido contrario, si nos dejamos derrotar por las dificultades o
respondemos a las circunstancias difíciles de manera negativa y
destructiva, el veneno que nos producen permanece y no se transforma. Es
al desafiar y superar las circunstancias más penosas cuando crecemos
como seres humanos.
El proceso de trocar lo negativo en positivo comienza cuando
encaramos una experiencia difícil como una oportunidad de reflexionar
sobre nosotros mismos, así como de fortalecer y desarrollar nuestro
coraje y misericordia.
Cuanto mayor empeño pongamos en ello, mayor será la oportunidad de
crecer en vitalidad y sabiduría. De este modo, el sufrimiento puede
sernos útil y permitirnos experimentar una felicidad más profunda.
2ª LEY: TODO PASA, TODO ES TRANSITORIO
Un antiguo escrito budista dice: “Jamás permita que las dificultades
de la vida lo perturben. Después de todo, nadie puede escapar de los
problemas, ni siquiera los sabios y venerables. Tan sólo invoque
‘Nam-myoho-renge-kyo’ y, cuando beba ‘sake’, quédese en su casa junto a
su mujer. Sufra lo que tenga que sufrir, goce lo que tenga que gozar.
Considere el sufrimiento y la alegría como hechos de la vida y continúe
invocando… entonces experimentará la ilimitada alegría que proviene de
la Ley”. Esta enseñanza exhorta a comprender la naturaleza pasajera de
los fenómenos.
Cuando captamos en profundidad esta verdad, es decir, que en cada uno
de nosotros, nuestro entorno y circunstancias están en permanente
cambio, se produce una sensación de desapego respecto al éxito o al
fracaso. En la vida, hay tanto sufrimiento como alegría; lo importante
es cultivar una identidad profunda e invencible, para no dejarnos
influir por estas olas que van y vienen.
El hecho de entender este proceso del constante cambio puede
ayudarnos, además, a enfrentar los acontecimientos de la vida diaria:
vemos cómo las amistades pueden deteriorarse, cómo los enemigos pueden
convertirse en nuestros mejores confidentes, cómo las situaciones
difíciles pueden redundar en beneficios y cómo, de igual manera, el
cumplimiento de nuestros deseos y sueños puede resultar, a la larga,
frustrante.
En este sentido, la comprensión de que nada permanece y la meditación
sobre ella produce en nosotros efectos inmediatos y se convierte en un
eficaz antídoto para neutralizar nuestro excesivo apego a cosas y
personas. Así se consigue estar en paz y armonía a pesar de todo.
3ª LEY: SER RESPONSABLE DE UNO MISMO
El budismo nos enseña que los únicos responsables de nuestro destino
somos nosotros mismos. La ley de Causa y Efecto que rige el Universo
dice que cada acto, pensamiento y sentimiento produce un efecto, ya sea
manifiesto o latente: eso es el “Karma”.
Pero, no es definitivo y rígido, sino algo que vamos construyendo.
Quien se levanta solo, desafiando a su destino, siente alegría infinita
porque sabe que tiene el potencial para cambiar el rumbo de su vida.
Sólo ha de decidir qué busca y, para eso, hay que escuchar al corazón.
Dejarse influenciar por los demás o por el medio ambiente no es la
forma de vida que enseña el budismo. Lograr un estado de “paz y
seguridad en esta vida” no presupone tener una existencia libre de
cualquier adversidad.
El llamado que se nos hace es a que nos armemos de convicción y
coraje ante las dificultades, porque siempre las habrá. Cuanto más
serenos estemos, mejor lograremos luchar contra ellas.
Para lograr esto, el budismo enseña que debemos ser maestros de
nuestra mente en lugar de dejarnos dominar por ella. La mente es
negativa por naturaleza, nos hace dudar, quejarnos y sufrir. Pero, si
logramos aquietarla con la meditación y usar su energía para actuar a
favor de nuestra felicidad, habremos ganado una gran batalla. Levantarse
solo es hacerse responsable, tomar las riendas de la propia vida con la
certeza de que el mérito de lo logrado nos pertenece. Asimismo,
habremos de aceptar el hecho de no haber podido conseguir muchas cosas
que deseábamos.
4ª LEY: BUSCAR LA VERDADERA FELICIDAD
El budismo habla de una felicidad relativa que es el éxtasis que
experimentamos cuando alcanzamos algo que deseábamos; por ejemplo, un
trabajo, una familia, salud, bienestar. Este tipo de felicidad no es
mala en sí misma; pero es frágil y fugaz, porque depende siempre de algo
cambiante: nuestros seres queridos pueden fallecer, nosotros enfermar o
perder bienes materiales.
El otro tipo de felicidad de la que habla el budismo es la absoluta.
Pensemos en dos personas que, dentro de una misma empresa, hagan el
mismo trabajo y tengan la misma situación económica y social. Una se
siente feliz y la otra vive desesperada. No es raro encontrar esta clase
de disparidades.
Esta divergencia se relaciona con el estado de vida interior, con el
corazón de cada uno. La felicidad absoluta no es la ausencia de
sufrimiento; porque esa ausencia no existe en la realidad. Por el
contrario, la verdadera felicidad supone un estado interior de paz y
alegría espiritual, que surge de una identidad sólida, digna e
indomable, capaz de enfrentar las peores dificultades de la vida.
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