En realidad esta no es una expresión que haya surgido recientemente y
su significado nada tiene que ver con pérdida de fe alguna, sino que ya
se utilizaba hace más de 5 siglos y se originó en tiempos en que la Santa Inquisición torturó a todo aquel que no profesara la religión católica.
A través de esos castigos físicos se buscaba la conversión al
catolicismo del torturado, al que se le iba evaluando para ver si ya se
había ‘convertido’, dándose múltiples ocasiones en las que el reo aún no
estaba del todo convencido y eran utilizadas por parte del verdugo
expresiones como: “este está poco católico” o “este aún no está muy católico”. Evidentemente, muchos de éstos acababan con una maltrecha salud, debido a los múltiples palos que habían recibido.
Rápidamente se asoció dicha expresión al estado de salud de alguien
(que no de fe), siendo utilizada cuando alguna persona no se encontraba
bien de salud o su bienestar físico estaba resentido. Todo aquello
relacionado con lo católico era automáticamente sinónimo de algo bueno,
correcto, adecuado, utilizándose como baremo de la idoneidad y
perfección. Por tanto, por el contrario, el no estar católico
era sinónimo de no estar en buen estado, ya sea físico o de ánimo o de
no cumplir las funciones esperadas si hablamos de un electrodoméstico,
por ejemplo.
Otras variantes a esta expresión son ‘no sentirse o encontrarse muy católico’.
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