Biografía Yamamoto Tsunetomo
- 12 de junio de 1659
- Saga, Kyushu, Japón
- 30 de noviembre de 1719
- Kyushu, Japón
En 1668, con
nueve años de edad, Yamamoto Tsunetomo comenzó a servirle a Nabeshima
Mitsushige (1632-1700), tercer daimyo (soberano feudal) del clan Nabeshima
durante el período Edo (1603 ? 1867),
conocido por la eliminación en el año 1660 del suicidio ritual (seppuku) en su
feudo.
Durante
treinta años se dedicó a su señor y a su clan, llegando a convertirse en un
guerrero samurái altamente respetado.
En 1700,
debido a la prohibición del suicidio ritual (seppuku), Yamamoto Tsunetomo
no pudo optar por el suicidio tras la muerte de Nabeshima Mitsushige, y decidió
retirarse a un monasterio budista cerca del castillo de Saga (Kyushu).
Entre 1700 y
1713, influenciado por el budismo y el confucianismo, escribe
"Hagakure", un compendio de los ideales del samurái que se guardó en
secreto en el clan Nabeshima durante dos siglos, hasta que finalmente se hizo
público en la era Meiji (1868-1912).
Entre 1701 y
1703 tuvo lugar un evento llamado "leyenda de los 47 ronin" o
"Incidente de Ako" y se convirtió en la leyenda más famosa del código
de honor samurái (bushido).
La leyenda
cuenta la historia de un grupo de 47 samuráis que se vieron obligados a
convertirse en ronin (samurái sin señor) después de que su daimyo (señor
feudal) se viera obligado a cometer el seppuku (suicidio ritual), por haber
agredido a un alto funcionario judicial llamado Kira Kozukenosuke.
Los ronin
idearon un plan para asesinar a Kozukenosuke y a toda su familia, hecho que
consumaron un año después para luego entregarse a la justicia y ser
sentenciados a cometer seppuku.
Este evento
influenció notablemente a Yamamoto Tsunetomo, que pensaba que habían
esperado demasiado para vengarse y además luego de consumar la venganza debían
cometer seppuku y no continuar viviendo, algo deshonroso para un samurái.
Tras
convertirse en monje, cambió su nombre por "Yamamoto Jocho".
La valentía es saber apretar los dientes.
No debe
tolerarse que se formen malos hábitos.
La mejor
actitud respecto a las palabras es no usarlas.
Se dice que
la suerte que os es dada por otros es la más segura.
Hace falta una mentalidad de esclavo
para comer en el plato empezado por otra persona.
Poniendo a alguien voluntariamente en una situación
embarazosa no se hace nada constructivo.
No se pueden llevar a cabo grandes
hazañas cuando se está en una disposición anímica normal.
Lo que debe ser dicho debería serlo siempre de la
manera más concisa, lógica y clara posible.
Hay pocos
problemas realmente importantes, solamente se presentan más de dos o tres en
toda una existencia.
Es necesario saberse concentrar sobre una sola cosa.
Todos los oficios deben ser ejercidos con concentración.
Cuando uno aprende a apreciar los
puntos fuertes de los demás, cada persona puede volverse un maestro o en
público.
Incluso si la casa, los muebles y todo el resto es
destruido, no lo lamentaré porque son cosas que se pueden reemplazar.
El Samurái debe obrar sin dudar, sin
confesar el más mínimo cansancio ni el más mínimo desánimo hasta concluir su
tarea.
Cuando se ataca, no se ha de despreciar
esperar el buen momento. Esperando el buen momento no se debe olvidar el
ataque.
Yo no
conozco recetas para asegurar la victoria. Lo que yo sé es que hay que asir
toda ocasión y no dejarla escapar jamás.
Es bueno enfrentarse con dificultades en la juventud
porque el que no ha sufrido jamás no ha templado plenamente su carácter.
La
inteligencia no es más que saber conversar de unas cosas y otras con los demás,
consiguiendo con ello una sabiduría infinita.
Como dice el proverbio: "El pez no
vive en el agua clara". Son las algas las que le permiten desarrollarse
plenamente hasta su madurez.
(...) Es
más bien malo ser siempre perfecto en todas las cosas, porque entonces se tiene
tendencia a olvidar que podemos cometer errores.
El Samurái valiente no piensa en
términos de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de
este modo realiza su destino.
Un hombre de origen modesto que logra cierto
renombre y alcanza una posición social elevada, está dotado manifiestamente de
cualidades sobresalientes.
Cuando un Samurái está
constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la maestría de la Vía y puede
dedicar, sin cesar, la vida entera al servicio de su señor.
Un hombre que ha recibido una buena
educación puede camuflar, con su inteligencia y su elocuencia, su pusilanimidad
o su estupidez, que son su verdadera naturaleza.
Una persona a la que consideráis amiga cuando todo te
va bien, y que os da la espalda como un extraño en caso de enfermedad o de
infortunio, no es más que un cobarde.
Una persona de poco conocimiento se
da aires de sabio: es una cuestión de inexperiencia.
Cuando se domina bien
algo, no se destaca en nuestro comportamiento: una persona así es educada.
Es cierto que en todo arte es muy difícil aprender los
puntos fuertes del maestro, pero en cambio, sus puntos débiles son imitados
fácilmente. Estos no son, desde luego, de ninguna utilidad para sus discípulos.
Por esto un Samurái debe conocer sus
debilidades y pasar su vida corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de
haber hecho ya lo suficiente. No debe, naturalmente, tener demasiada confianza
pero tampoco sentirse inferior.
Ganar primero, combatir después, lo que dicho en dos
palabras es ganar antes. La riqueza del tiempo de paz es permitir la
preparación marcial para el tiempo de guerra. Con quinientos aliados, se puede
derrotar a una fuerza enemiga.
Bushido es la aceptación total de la
vida, vivir incluso cuando ya no tenemos deseos de vivir. Esto se logra
sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo el instante, el aquí
y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo de batalla
cotidiano.
La crítica sólo debe intervenir después de haber
discernido si la persona la aceptará o no, después que uno se ha hecho amigo de
ella, de haber compartido sus intereses y de haberse comportado de manera tal
que nos concede su entera confianza para que tenga fe en nuestras palabras.
Reprender y corregir a alguien por
sus errores es importante. Este acto esencialmente caritativo es la primera
obligación del Samurái. Pero hay que esforzarse en hacerlo de la manera
conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos en la conducta
del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo.
Uno puede ser llamado en cualquier momento a librar
una dura batalla; si se muere habiendo descuidado su pulcritud, se da muestra
de una relajación general de las buenas costumbres y uno se expone al desprecio
y al descuido del adversario. Esta es la razón por la cual los viejos y jóvenes
Samuráis han aportado siempre un gran cuidado en su presentación.
Si deseáis perfeccionaros, la mejor
manera de hacer es solicitar la opinión de los otros y buscar sus críticas. La
mayor parte de las personas intentan perfeccionarse fiándose en su sola facultad
de apreciación. El único resultado que consiguen es que no hacen progresos
significativos...Los hombres que buscan las críticas de los demás son ya
superiores a ellos.
La dignidad de un ser se mide por la impresión
exterior que da. Hay dignidad en el esfuerzo y la asiduidad; en la serenidad y
la discreción. Hay dignidad en la observación de las reglas y en la rectitud.
También hay dignidad para apretar los dientes y mantener los ojos abiertos:
todas estas actitudes son visibles desde el exterior. Lo que es capital es
actuar siempre con dignidad y sinceridad.
Los jóvenes deben esforzarse en
aumentar siempre su determinación y su valentía. Esto sólo podrá hacerse cuando
la valentía esté enraizada en el corazón. Cuando el sable está roto, hay que
atacar con las manos. Cuando las manos están amputadas, hay que servirse de los
hombros. Cuando los hombros están cortados, hay que morder el cuello de diez o
hasta de quince enemigos. Esto es realmente valentía.
Mientras yo iba reflexionando al caminar, se me
ocurrió que los seres humanos son unas extraordinarias e inteligentes
marionetas articuladas. Aunque estén suspendidos por hilos, pueden saltar,
caminar, hablar. ¡Cuán magníficamente están concebidos! Pero de aquí al próximo
festival budista, pueden morir y venirnos a visitar bajo forma de espíritus.
¡Qué existencia más vana! La gente siempre parece olvidarlo.
Existe lo que se llama la actitud
durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido por una repentina tormenta, se
puede o bien correr lo más aprisa posible o bien colocarse rápidamente bajo los
aleros de las casas que bordean el camino. De todos modos nos mojaremos. Si uno
ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar mojado, se estaría a fin
de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se puede aplicar
este principio con provecho en todas las situaciones.
El lenguaje militar emplea los términos de
"Samurái ilustrado" y de "Samurái ignorante". Un Samurái
que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles para aprender a
salir de ellas no es ilustrado. Un Samurái que se preocupa por adelantado de
todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto capaz
de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo
que ocurra, un Samurái ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la
acción, antes de la hora.
El modo de crear tal modelo es
imaginar cuál de los que están en torno a nosotros sabe cómo conformarse al
protocolo, a la rectitud y a las conveniencias; cuál demuestra la mayor
valentía; cuál es el más elocuente; cuál es aquél cuyo comportamiento es el más
irreprochable; cuál es el más íntegro; cuál tiene el mayor espíritu de decisión
en caso de crisis. A partir de todos estos elementos, es necesario imaginar un
ser reuniendo todas estas cualidades. La síntesis constituirá un excelente
modelo, digno de ser imitado.