lunes, 18 de septiembre de 2017

FRASES DE YAMAMOTO TSUNETOMO


Biografía Yamamoto Tsunetomo
En 1668, con nueve años de edad, Yamamoto Tsunetomo comenzó a servirle a Nabeshima Mitsushige (1632-1700), tercer daimyo (soberano feudal) del clan Nabeshima durante el período Edo   (1603 ? 1867), conocido por la eliminación en el año 1660 del suicidio ritual (seppuku) en su feudo.

Durante treinta años se dedicó a su señor y a su clan, llegando a convertirse en un guerrero samurái altamente respetado.

En 1700, debido a la prohibición del suicidio ritual (seppuku), Yamamoto Tsunetomo no pudo optar por el suicidio tras la muerte de Nabeshima Mitsushige, y decidió retirarse a un monasterio budista cerca del castillo de Saga (Kyushu).

Entre 1700 y 1713, influenciado por el budismo y el confucianismo, escribe "Hagakure", un compendio de los ideales del samurái que se guardó en secreto en el clan Nabeshima durante dos siglos, hasta que finalmente se hizo público en la era Meiji (1868-1912).

Entre 1701 y 1703 tuvo lugar un evento llamado "leyenda de los 47 ronin" o "Incidente de Ako" y se convirtió en la leyenda más famosa del código de honor samurái (bushido).

La leyenda cuenta la historia de un grupo de 47 samuráis que se vieron obligados a convertirse en ronin (samurái sin señor) después de que su daimyo (señor feudal) se viera obligado a cometer el seppuku (suicidio ritual), por haber agredido a un alto funcionario judicial llamado Kira Kozukenosuke.

Los ronin idearon un plan para asesinar a Kozukenosuke y a toda su familia, hecho que consumaron un año después para luego entregarse a la justicia y ser sentenciados a cometer seppuku.

Este evento influenció notablemente a Yamamoto Tsunetomo, que pensaba que habían esperado demasiado para vengarse y además luego de consumar la venganza debían cometer seppuku y no continuar viviendo, algo deshonroso para un samurái.

Tras convertirse en monje, cambió su nombre por "Yamamoto Jocho".

 Frases de Yamamoto Tsunetomo
     La valentía es saber apretar los dientes.
      
      No debe tolerarse que se formen malos hábitos.
      
      La mejor actitud respecto a las palabras es no usarlas.
       
      Se dice que la suerte que os es dada por otros es la más segura.

Hace falta una mentalidad de esclavo para comer en el plato empezado por otra persona.

Poniendo a alguien voluntariamente en una situación embarazosa no se hace nada constructivo.

No se pueden llevar a cabo grandes hazañas cuando se está en una disposición anímica normal.

Lo que debe ser dicho debería serlo siempre de la manera más concisa, lógica y clara posible.
    
       Hay pocos problemas realmente importantes, solamente se presentan más de dos o tres en toda una existencia.

Es necesario saberse concentrar sobre una sola cosa. Todos los oficios deben ser ejercidos con concentración.

Cuando uno aprende a apreciar los puntos fuertes de los demás, cada persona puede volverse un maestro o en público.

Incluso si la casa, los muebles y todo el resto es destruido, no lo lamentaré porque son cosas que se pueden reemplazar.

El Samurái debe obrar sin dudar, sin confesar el más mínimo cansancio ni el más mínimo desánimo hasta concluir su tarea.
     
    Cuando se ataca, no se ha de despreciar esperar el buen momento. Esperando el buen momento no se debe olvidar el ataque.

Yo no conozco recetas para asegurar la victoria. Lo que yo sé es que hay que asir toda ocasión y no dejarla escapar jamás.

Es bueno enfrentarse con dificultades en la juventud porque el que no ha sufrido jamás no ha templado plenamente su carácter.

 La inteligencia no es más que saber conversar de unas cosas y otras con los demás, consiguiendo con ello una sabiduría infinita.
     
     Como dice el proverbio: "El pez no vive en el agua clara". Son las algas las que le permiten desarrollarse plenamente hasta su madurez.
    
(...) Es más bien malo ser siempre perfecto en todas las cosas, porque entonces se tiene tendencia a olvidar que podemos cometer errores.

El Samurái valiente no piensa en términos de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza su destino.
   
Un hombre de origen modesto que logra cierto renombre y alcanza una posición social elevada, está dotado manifiestamente de cualidades sobresalientes.

Cuando un Samurái está constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la maestría de la Vía y puede dedicar, sin cesar, la vida entera al servicio de su señor.

Un hombre que ha recibido una buena educación puede camuflar, con su inteligencia y su elocuencia, su pusilanimidad o su estupidez, que son su verdadera naturaleza.

Una persona a la que consideráis amiga cuando todo te va bien, y que os da la espalda como un extraño en caso de enfermedad o de infortunio, no es más que un cobarde.

Una persona de poco conocimiento se da aires de sabio: es una cuestión de inexperiencia. 

Cuando se domina bien algo, no se destaca en nuestro comportamiento: una persona así es educada.

Es cierto que en todo arte es muy difícil aprender los puntos fuertes del maestro, pero en cambio, sus puntos débiles son imitados fácilmente. Estos no son, desde luego, de ninguna utilidad para sus discípulos.

Por esto un Samurái debe conocer sus debilidades y pasar su vida corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de haber hecho ya lo suficiente. No debe, naturalmente, tener demasiada confianza pero tampoco sentirse inferior.

Ganar primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes. La riqueza del tiempo de paz es permitir la preparación marcial para el tiempo de guerra. Con quinientos aliados, se puede derrotar a una fuerza enemiga.

Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo de batalla cotidiano.

La crítica sólo debe intervenir después de haber discernido si la persona la aceptará o no, después que uno se ha hecho amigo de ella, de haber compartido sus intereses y de haberse comportado de manera tal que nos concede su entera confianza para que tenga fe en nuestras palabras.

Reprender y corregir a alguien por sus errores es importante. Este acto esencialmente caritativo es la primera obligación del Samurái. Pero hay que esforzarse en hacerlo de la manera conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos en la conducta del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo.

Uno puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario. Esta es la razón por la cual los viejos y jóvenes Samuráis han aportado siempre un gran cuidado en su presentación.

Si deseáis perfeccionaros, la mejor manera de hacer es solicitar la opinión de los otros y buscar sus críticas. La mayor parte de las personas intentan perfeccionarse fiándose en su sola facultad de apreciación. El único resultado que consiguen es que no hacen progresos significativos...Los hombres que buscan las críticas de los demás son ya superiores a ellos.

La dignidad de un ser se mide por la impresión exterior que da. Hay dignidad en el esfuerzo y la asiduidad; en la serenidad y la discreción. Hay dignidad en la observación de las reglas y en la rectitud. También hay dignidad para apretar los dientes y mantener los ojos abiertos: todas estas actitudes son visibles desde el exterior. Lo que es capital es actuar siempre con dignidad y sinceridad.

Los jóvenes deben esforzarse en aumentar siempre su determinación y su valentía. Esto sólo podrá hacerse cuando la valentía esté enraizada en el corazón. Cuando el sable está roto, hay que atacar con las manos. Cuando las manos están amputadas, hay que servirse de los hombros. Cuando los hombros están cortados, hay que morder el cuello de diez o hasta de quince enemigos. Esto es realmente valentía.

Mientras yo iba reflexionando al caminar, se me ocurrió que los seres humanos son unas extraordinarias e inteligentes marionetas articuladas. Aunque estén suspendidos por hilos, pueden saltar, caminar, hablar. ¡Cuán magníficamente están concebidos! Pero de aquí al próximo festival budista, pueden morir y venirnos a visitar bajo forma de espíritus. ¡Qué existencia más vana! La gente siempre parece olvidarlo.

Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos modos nos mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar mojado, se estaría a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se puede aplicar este principio con provecho en todas las situaciones.

El lenguaje militar emplea los términos de "Samurái ilustrado" y de "Samurái ignorante". Un Samurái que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles para aprender a salir de ellas no es ilustrado. Un Samurái que se preocupa por adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que ocurra, un Samurái ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes de la hora.

El modo de crear tal modelo es imaginar cuál de los que están en torno a nosotros sabe cómo conformarse al protocolo, a la rectitud y a las conveniencias; cuál demuestra la mayor valentía; cuál es el más elocuente; cuál es aquél cuyo comportamiento es el más irreprochable; cuál es el más íntegro; cuál tiene el mayor espíritu de decisión en caso de crisis. A partir de todos estos elementos, es necesario imaginar un ser reuniendo todas estas cualidades. La síntesis constituirá un excelente modelo, digno de ser imitado.

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